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    En la parte superior izquierda, una escuela de Volnovaja, en el sudeste de Ucrania, en proceso de renovación con un préstamo del Banco Europeo de Inversiones. A la derecha, el lugar, que fue destruido durante los recientes combates en la región de Donetsk.

    Gente amable y empresas prósperas, bares y restaurantes bulliciosos, buenas carreteras, escuelas y hospitales limpios, esa era la Ucrania oriental que yo conocí. Todavía había algunos problemas, pero la mayoría de sus habitantes parecían felices.

    Esto cambió rápidamente en 2014, después de que Rusia se anexionase la península de Crimea y ocupase dos partes importantes de Ucrania oriental: Donetsk y Luhansk. En 2015 la situación se había complicado en algunas zonas del este del país. Cuando visité por primera vez la zona en 2015, era deprimente. La gente estaba descontenta y sus infraestructuras sociales y urbanas eran deficientes. No había nada que pudieran hacer. Era descorazonador.

    No sabemos cómo acabará la actual guerra en Ucrania, pero es importante que preparemos nuestra respuesta y examinemos el trabajo previo realizado. La asistencia del Banco Europeo de Inversiones y de la Unión Europea en el último lustro ha cambiado para siempre la forma de pensar de muchas personas. Ahora se nos acoge como socios que quieren construir un futuro mejor.

    Tras la ocupación de 2014 y los combates que tuvieron lugar en el este, fueron muchas las personas que huyeron hacia el oeste para escapar de los combates. Más de un millón de personas buscaron un nuevo hogar. Hoy se cuentan por millones los ucranianos que abandonan su país, pero no fue así hace ocho años. Principalmente se trasladaron dentro del país. En las ciudades desbordadas de recién llegados y las zonas del este destruidas por los combates había mucho trabajo por hacer. Este enorme desplazamiento creó muchas tensiones en numerosas ciudades ucranianas. Algunos lugares vieron duplicada su población. Había que restablecer o mejorar miles de servicios sociales y urbanos.

     

    >@EIB
    >@EIB

    La biblioteca pública central de Mariúpol, en el sudeste de Ucrania, tras su renovación en 2019 con un préstamo del Banco Europeo de Inversiones. Resultó gravemente dañada durante los recientes combates con Rusia. Su interior había sido rediseñado de forma profesional y se había instalado un sistema electrónico moderno para la descarga y la búsqueda de libros. Un nuevo centro informático había comenzado a ofrecer cursos para niños y adultos.

    Situaciones desesperadas

    El Banco Europeo de Inversiones aprobó un préstamo de 200 millones de euros a finales de 2014 para ayudar a las personas que huyeron del conflicto y a las ciudades que acogieron nueva población. El objeto del préstamo era ayudar a casi cualquier proyecto público esencial para la vida cotidiana. Entre las propuestas más populares se incluyeron sistemas de calefacción. Muchas partes del país emplean calefacción de distrito, por lo que si un proyectil impacta contra un conducto de calefacción deja sin este servicio a una importante zona. En las escuelas, hospitales y otros edificios públicos hemos instalado calderas individuales de madera y alimentadas por otros tipos de materias orgánicas que pueden obtenerse localmente. Estos sistemas no son tan fáciles de destruir.

    Cuando en diciembre de 2015 recorrí parte del este del país para examinar estos proyectos, la cantidad de trabajo por hacer era enorme. Pude ver al personal de urgencias de un hospital operando con abrigos de pieles porque la calefacción había sido dañada. Ningún cristal protegía el quirófano de las intemperies, y las paredes tenían moho. Los azulejos estaban resquebrajados, y la temperatura era de -20 °C. Era espantoso. Me recordó a una película sobre el apocalipsis mundial al estilo «Mad Max» ambientada en minas de carbón abandonadas, fábricas en ruinas, y ciudades y puentes destruidos por las bombas. Muchas de las personas involucradas en el conflicto en estas ciudades eran voluntarios del ejército, vestidos de civil o parcialmente como militares. Conducían extraños tipos de coches y vehículos que habían sido pintados con colores de camuflaje para utilizarlos como vehículos militares. A las afueras de cada ciudad había puntos de control en los que pedían la documentación, y de noche se producían bombardeos, con batallas de tanques y fuego de ametralladora a diario a lo largo de la «línea de contacto». Las carreteras eran malas y no había restaurantes. La gente se encontraba en situaciones desesperadas.

    Cientos de localidades requerían ayuda

    Reparamos más de 90 hospitales, instalaciones médicas y un gran número de centros educativos. Algunas de mis visitas más felices fueron las que hice a escuelas restauradas. En la zona del Dombás, en el este, más de 700 escuelas necesitaban reparaciones. Las ventanas de muchas escuelas y guarderías estallaron durante los combates. Nuestros préstamos permitieron aislar las paredes de las escuelas, colocar ventanas y puertas, reparar los tejados, las instalaciones eléctricas y las tuberías de agua, instalar sistemas de aspersión, y dotar de equipos y mobiliario. Restauramos bibliotecas y reparamos centros de mujeres, refugios e instalaciones deportivas. En uno de estos centros deportivos había más de 600 atletas, entre ellos, se encontraba una adolescente que acababa de ganar un campeonato internacional de kárate en Dublín. Sustituimos los cables y postes de un sistema de tranvía que había sido acribillado. Aprobamos proyectos de tan solo 20 000 euros y de hasta 5 millones de euros.

    >@EIB

    El Banco Europeo de Inversiones ayudó a financiar la renovación de una escuela deportiva juvenil en Rubézhnoye, en la región de Luhansk.

    Muchos de estos proyectos han sido nuevamente bombardeados y dañados durante los recientes combates. Dos escuelas que estábamos renovando en Volnovaja, en la zona de Donetsk, fueron arrasadas. Más de un centenar de nuestros proyectos han sido dañados en las zonas que están bajo el control de las fuerzas rusas. Habíamos reconstruido 17 edificios (hospitales, guarderías, escuelas) en Mariúpol, ciudad que ha sido destruida prácticamente por completo.

    Antes de la invasión rusa de Ucrania, en febrero, habíamos aprobado un préstamo para la recuperación por valor de 340 millones de euros y recibido aproximadamente 900 nuevas propuestas de proyectos. Muchos de los proyectos estaban relacionados con la rehabilitación, pero la reconstrucción va a ser la nueva necesidad. En muchas escuelas, hospitales, casas consistoriales, bibliotecas, sistemas de calefacción y plantas de tratamiento de aguas tendremos que empezar de cero.

    Marcados por la destrucción

    Durante el tiempo que he vivido y trabajado en el país, he observado grandes cambios en la actitud de la gente, sobre todo en el este. El Banco Europeo de Inversiones se ganó la confianza de los alcaldes y gobernadores locales, ya que vieron que una vez que firmamos un proyecto, empezamos pronto y lo terminamos.

    Cuando comenzamos a trabajar en el este del país en 2015, hasta el 70 % de las personas de algunas de las zonas eran probablemente prorrusas y tenían sentimientos negativos respecto a Ucrania y la Unión Europea. El apoyo a Rusia se ha reducido a aproximadamente el 30 % en los últimos años. La población pudo ver claramente que Rusia no estaba invirtiendo demasiado en las zonas ocupadas. En la actualidad el apoyo a Rusia continúa descendiendo en estas comunidades. La gente está harta de la destrucción y la pérdida de vidas provocadas por el actual conflicto.

    La percepción que tienen de nosotros es más importante que nuestro trabajo —lo que piensa la población local de Europa y de la asistencia que prestamos—. Esto es lo que ha cambiado drásticamente y lo que perdurará una vez termine este conflicto. Siempre podemos reconstruir, pero hacer que la población local nos apoye y entienda requiere mucho tiempo. Lo hemos logrado y estamos dispuestos a seguir avanzando en este sentido en todo momento.